En determinados pacientes que padecen glaucoma de ángulo abierto, se utiliza el láser como una alternativa antes de decidir operar cuando no responden adecuadamente a las gotas o no toleran sus efectos adversos. Los impactos de láser intentan mejorar la función de la rejilla, abriendo sus orificios para facilitar la salida del humor acuoso.
El tratamiento se realiza con anestesia local tópica, es decir, con gotas anestésicas. El paciente se ubica sentado frente a un equipo denominado lámpara de hendidura (biomicroscopio en el que el oftalmólogo examina los pacientes en las consultas de rutina pero, en este caso, conectado mediante una fibra óptica al equipo de láser). El médico oftalmólogo apoya suavemente una lente de contacto sobre la córnea del paciente. Entre la lente de contacto y la córnea hay una gelatina que protege a la córnea e impide que se introduzcan burbujas de aire que impedirían la observación. Esta lente de contacto tiene una lente de aumento angulada que le permite al médico oftalmólogo visualizar con gran precisión el trabeculado ubicado en el ángulo de la cámara anterior del ojo (la “rejilla”) y dirigir con certeza el rayo láser para efectuar los disparos.